“La mayoría de las personas se enfrentan a retos estresantes cada día. En cualquier rincón del planeta hay personas de todos los ámbitos de la vida intentando reunir el valor para hablar en clase, presentarse a una entrevista, asistir a una audición para recibir un papel, hacer frente a una dificultad cotidiana, defender aquello en lo que creen o simplemente encontrar paz siendo quienes son”
– AMY CUDDY –
Diversas investigaciones demuestran que, para gran parte de la población adulta, comunicarse en público reviste gran complejidad. Tal como lo afirma Bados (2005, p.5), retomando los trabajos de Harris y Brown; Walker y Forde; Argyle y Stein: “Intervenir o hablar en público es considerado por adultos y adolescentes como una de las situaciones sociales más difíciles”. De hecho, una investigación de la Universidad Autónoma de Madrid, realizada por Montorio, Guerreo e Izal (como lo citan Méndez, Inglés e Hidalgo, 1999, p.66) con una muestra de 403 estudiantes, arrojó que solo el 8% de ellos no experimentaron ninguna dificultad para hablar en público, mientras que el 45% informaron de una enorme dificultad. El 70% de quienes la sufrieron reportaron que esta interfiere en su vida, el 76% señaló que evitaban hablar en público al menos alguna vez al año y el 65% dejaba de realizar actividades que implicaran hablar en público.
Por todo lo anterior, estamos seguros de que cuando una persona logra expresar sus ideas con determinación y entusiasmo robustece cada vez más su seguridad personal, amplía en gran medida sus posibilidades de establecer relaciones de calidad e incrementa sus oportunidades sociales de todo tipo.
En muchas personas, la espontaneidad, naturalidad y comodidad que caracterizan a una comunicación orgánica y cotidiana, parecen esfumarse ante escenarios que, por una u otra razón, son de alta exigencia. En situaciones donde las personas se juegan oportunidades personales o sociales de gran valor, es común que estas presenten un divorcio entre lo que desean proyectar y su desempeño comunicativo real, cayendo en interacciones predecibles y acartonadas, o en el peor de los casos, en puestas en escena erráticas, contradictorias e, incluso, embarazosas.
¿Cómo restablecer la armonía, la organicidad y la vitalidad requeridas en dichos escenarios? ¿Cuáles son las herramientas y técnicas para afrontar los desafíos comunicativos de manera creativa, diferenciadora, efectiva y disfrutable?
Con esto en mente, y de la mano de profesionales de fonoaudiología, artes escénicas, locución, comunicación social y periodismo, hemos desarrollado nuestra metodología DCA: Desempeños Comunicativos Auténticos, la cual se enfoca en primer lugar, en identificar y reestablecer la identidad comunicativa y, en segundo lugar, en construir lo que hemos denominado la naturalidad escénica.
Identidad comunicativa
Al explorar en diferentes textos y plataformas, encontramos que este concepto es confundido con identidad de marca, identidad corporativa y hasta con la habilidad de realizar “presentaciones de alto impacto”.
Para establecer con claridad la definición de identidad comunicativa, consideramos necesario revisar los siguientes conceptos. Nos apoyaremos en la página www.significados.com
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Identidad social o colectiva
Es aquella según la cual una persona, al pertenecer o sentirse afín a determinados grupos sociales (espirituales, nacionales, profesionales, laborales, etc.), asume un conjunto de rasgos o atributos propios de esta comunidad, lo cual ayuda al individuo a forjar o definir el concepto que tiene de sí mismo y de su lugar en la sociedad.
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Identidad personal
Es el conjunto de rasgos característicos de un individuo, como sus actitudes y habilidades, su carácter, su temperamento, sus virtudes y sus carencias, todos los cuales permiten que este se diferencie de los demás y reconozca su individualidad y su personalidad.
Apoyándonos en estas definiciones, en el CONSULTORIO DE LA VOZ, establecemos nuestro concepto de identidad comunicativa, centrándonos, por supuesto, en la comunicación oral:
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Identidad comunicativa
Es el conjunto de características, habilidades y comportamientos que permiten a cada persona expresarse de manera auténtica, orgánica y distintiva, mediante el empleo genuino de las palabras, el uso orgánico de la voz y el manejo libre del cuerpo.
No obstante, lo expuesto en la introducción de este artículo, evidencia que para la mayoría de personas, los retos comunicativos tales como hablar en público, presentar entrevistas, o desempeñarse ante medios digitales o tradicionales, se alejan de la naturalidad, espontaneidad y disfrute que experimentan cuando hablan en situaciones cotidianas, en especial, cuando estas se desarrollan en circunstancias agradables y estimulantes.
Consideramos que esto se debe a que tanto factores externos como internos, nos han usurpado nuestra identidad comunicativa, por tanto, así como hay marcada crisis de identidad personal, podemos afirmar que resulta relevante la crisis de identidad comunicativa. Revisemos algunos de estos usurpadores.
- Usurpadores externos de la identidad comunicativa
Los siguientes factores pueden ser positivos y constructivos o tóxicos y destructivos, en función de nuestra autoimagen y autoaceptación, por ende, afectarán nuestra identidad personal y nuestra identidad comunicativa.
- Familiares
- Culturales
- Educativos
- Amigos y compañeros
- Experiencias vividas, en particular en la infancia y adolescencia.
Cuando uno o varios de estos factores resulta tóxico y destructivo para el desarrollo de nuestra personalidad, e incluso, cuando nuestro ambiente no estimula nuestras iniciativas de comunicación e interacción, vamos formando la creencia de que algo en nuestra manera de expresarnos es inadecuado o vergonzoso, y nos refugiamos en patrones ajenos a nuestra naturaleza y en mitos que nos limitan, nos restan fluidez y conexión con nosotros y con los demás; vamos desterrando poco a poco nuestra identidad comunicativa.
- Usurpadores internos de la identidad comunicativa
El mayor usurpador de nuestra identidad comunicativa es, por lo general, el diálogo interno, esa conversación interior, que cuando es negativa, hace que veamos las dificultades más grandes de lo que son y afectan de manera nociva nuestras emociones y acciones, por ende, nuestra comunicación, e interfieren con la consecución de nuestras metas.
En el boletín sobre “Cómo frenar el diálogo interno”, publicado por el portal https://www.webconsultas.com/, la psicóloga Vanesa Fernández López, especialista en emociones, describe que la mayoría de nuestro diálogo interno negativo es resultado de una mala interpretación de la realidad que, a su vez, puede ser consecuencia de sesgos o distorsiones cognitivas.
Entre los sesgos cognitivos más comunes la Dra. Fernández menciona:
- La magnificación(dar demasiada importancia a un hecho negativo o a un error).
- La minimización(restar importancia a un hecho positivo o capacidad personal, pensando que las cosas buenas no cuentan).
- El catastrofismo(anticiparse a todo aquello que puede salir mal).
- La sobregeneralización(pensar en términos generales como siempre, todo, nadie, etcétera, sacando conclusiones universales).
- La adivinación del pensamiento(creer que conoces el porqué de la conducta del otro, comportándote hacia él de acuerdo a tu autodiálogo, más que a los verdaderos motivos del mismo).
Traslademos algunos de estos sesgos cognitivos al ámbito del desempeño comunicativo y nos resulta claro, cómo el diálogo interno, se torna en un usurpador de nuestra identidad en este campo: maximizar una dificultad que tenemos al hablar ante una audiencia, como por ejemplo atropellarnos en la velocidad de las palabras y minimizar aspectos destacados tales como, un timbre agradable de voz, una buena capacidad argumentativa, un manejo variado y coherente de la expresividad gestual y vocal.
Otro ejemplo sería un diálogo interno catastrófico y sobregeneralizado centrado en que, al presentar una entrevista, todo va a estar en nuestra contra, como siempre vamos a proyectarnos incompetentes y nadie, dentro del grupo de evaluadores, va a aprobarnos.
Naturalidad escénica
En el CONSULTORIO DE LA VOZ, acuñamos el término naturalidad escénica para definirla capacidad de abordar los escenarios retadores en función de nuestro desempeño comunicativo, logrando una puesta en escena acorde con nuestra identidad comunicativa, es decir, que sea similar a la forma en que nos desenvolvemos en la comunicación cotidiana, cuando estamos en una interacción en la cual nos sentimos cómodos y entusiasmados, escapando así, de la trampa de caer en acartonamientos, mitos y autocensuras que nos pueden hacer lucir poco espontáneos y hasta “sobreactuados”, o en el peor de los casos, ser colonizados por el temor escénico.
Las situaciones comunicativas relevantes, nos imponen una puesta en escena de nuestras mejores habilidades discursivas, vocales y corporales, en función de proyectarnos más vivaces, más presentes y resueltos que en las situaciones ordinarias, pero no podemos caer en el error de que la preparación para dichas situaciones, nos genere desempeños que nos resulten poco auténticos, engorrosos e interfieran peor que nuestras inhibiciones.
En ese sentido, es fundamental resaltar que la única regla fija para la expresividad natural es que no hay reglas fijas. Cada uno de nosotros tiene una manera individual de exteriorizar los pensamientos, las sensaciones, las emociones y las reacciones. En las diferentes publicaciones, vídeos y audios, del CONSULTORIO DE LA VOZ, nos centramos en proporcionar guías, técnicas y herramientas que permiten a cada persona, identificar, integrar y emplear sus actuaciones más orgánicas, cómodas, seguras y vivaces. Dicho de otra manera, nos enfocamos en facilitar a cada persona una acción sinérgica de los diferentes elementos que entran en juego al expresarse oralmente, empleando las características particulares que la destacan y que le permitan sentirse cómoda, proyectarse auténtica y disfrutar de su interacción comunicativa.
Un adecuado entrenamiento no resta autenticidad ni naturalidad, todo lo contrario, si este entrenamiento se realiza de manera constante y siguiendo los principios que aportan organicidad y libertad, favorece el desempeño espontáneo y destacado. De hecho, un número considerable de personas, al desempeñarse ante públicos, tiende a acudir a hábitos discordantes, erróneos y limitantes que, a fuerza de repetición, se van instalando de manera contraproducente y se erigen como un obstáculo cada vez más resistente que impide la consecución de sus propósitos al comunicar.
Al respecto Stanislavski dice: “El hábito es un puñal de doble filo, puede hacer un gran daño cuando se utiliza mal en escena y ser de un enorme valor cuando se utiliza acertadamente”(p.309).
Referencias bibliográficas
- Bados, A. (2005). Miedo a hablar en público. Barcelona, España: Universitat de Barcelona. Disponible en: http://diposit.ub.edu/dspace/bitstream/2445/353/1/120.pdf Consultado en: noviembre, 16 de 2017.
- Cuddy, A. (2016). El poder de la presencia. (Nuria Martí, trad.). Barcelona, España: Ediciones Urano S.A.U. (Obra original publicada en 2015).
- Hernández, Ivette Consuelo y Díaz Raúl (2018). La Puesta en Escena de sus Mensajes. Editorial Universidad del Rosario, Colombia.
- https://www.significados.com/identidad-personal/
- https://www.webconsultas.com/mente-y-emociones/emociones-y-autoayuda/que-es-el-dialogo-interno-negativo-y-que-consecuencias-tiene
- Méndez,F., Inglés, C., e Hidalgo, M. (1999). Propiedades psicométricas del cuestionario de confianza para hablar en público. Estudio con una muestra de alumnos de enseñanzas medias. 11 (1). 65-74.
- Stanislavski, K. (1986). La construcción del personaje. (Evaristo García, trad.). La Habana, Cuba: Editorial Arte y Literatura. (Obra original publicada en 1937)