La presencia escénica y su aplicación en el liderazgo
Por Ivette Consuelo Hernández A.
Para los actores, bailarines y en general, para los artistas escénicos, la presencia escénica es una característica deseable, pues permite que su presentación sea destacada, inolvidable y valorada por el público. En el lenguaje teatral se dice que la presencia escénica permite “montar la atención del público”, es decir atraerlo, impactarlo y cautivarlo.
En palabras sencillas la PRESENCIA ESCÉNICA se define como la capacidad actoral de estar vivo, presente, enfocado y en conexión con el público.
En la tesis “LA PRESENCIA ESCENICA DEL ACTOR: una reflexión a partir de tres teóricos”, su autora Luisa Paloma Piedrahíta Ruiz, recalca que “hay dos conceptos que se nombran constantemente al abordar la presencia escénica, que son el trabajo interno y el trabajo externo del actor”.
En palabras de la autora, el trabajo interno se relaciona con el trabajo mental (pensamientos, imágenes, impulsos emotivos, recuerdos y asociaciones). Dicho trabajo interno ha de apoyarse en el trabajo externo, es decir en el trabajo sobre el cuerpo y la voz que necesita el actor para poder ser visible ante los ojos del espectador.
Traslademos estos conceptos al desempeño y retos de toda persona que requiera destacarse como líder, y resulta evidente que las artes escénicas, y en particular, el desarrollo de la presencia escénica, aportan valor diferencial a su desempeño ante sus audiencias e interlocutores, así como ante los medios de comunicación tradicionales y digitales.
Este es un tema amplio, que cada vez se explora con mayor profundidad y complejidad, por la relevancia que reviste para el actor. En DCA, nos hemos empeñado en trasladarlo al ámbito del liderazgo empresarial y político, y en esa medida, hemos condensado el entrenamiento para el desarrollo de la presencia escénica en 4 elementos, que permiten una aplicación práctica y ajustada a este ámbito.
En ese sentido, el desarrollo de estos cuatro elementos se realiza apoyándose principalmente en el entrenamiento de la voz (canal vocal), del cuerpo (canal visual) y del discurso o manejo de las palabras (canal verbal), que a diferencia del actor que se apoya en un libreto (excluyo aquí al actor de improvisación), es un área de gran exigencia para el líder, quien requiere estructurar su mensaje verbal, ajustando este a sus propósitos y los de su organización.
Antes de exponer estos 4 elementos, desarrollados por DCA para el entrenamiento de la presencia escénica en función del liderazgo, considero relevante exponer unos conceptos que encontré en la tesis: “LA PRESENCIA ESCÉNICA DEL INDIVIDUO – Análisis conceptual y empírico de los factores determinantes” autoría de María Dolores Molina García y que resaltan la necesidad de ejercitación disciplinada, para salirse de los moldes establecidos y corrientes generados en la cotidianidad, para despertar el cuerpo, integrar el pensamiento, el sentimiento y la acción, y, de esta manera encaminarnos hacia el establecimiento de la presencia escénica .
“La presencia escénica es el claro resultado de un cuerpo despierto y desbloqueado que esta íntegro en su pensar, sentir y hacer. Un cuerpo dispuesto, atravesado por la emoción y proyectado (…) debemos encontrar la energía no amaestrada, descartar los modelos impuestos, o sea, desaprender para redescubrirnos. (…) En el contexto de cada día la técnica del cuerpo está condicionada por la cultura, el estado social y el oficio”.
Cuatro elementos de la presencia escénica
Un líder se destaca en todo escenario si logra estar presente en el aquí y en el ahora, con un desempeño congruente, sólido, emotivo, decidido y vital. En DCA consideramos que para lograr esto, sus palabras, su voz y su expresión corporal, han de proyectar cuatro características:
- Determinación: es decir arrojo, resolución firme y osada que vence el temor y la desconfianza. La determinación se prueba, justamente, en situaciones en donde no tenemos seguro el resultado y nos enfrentamos a obstáculos y riesgos de diversa índole, pero el propósito y la decisión inquebrantables nos impulsan. En el caso del desempeño comunicativo, esta determinación se evidencia en un lenguaje asertivo y directo; en una postura equilibrada; un manejo seguro y definido de los gestos, los desplazamientos, el escenario y los elementos; una buena movilidad de los órganos de la palabra, que conlleva una articulación precisa de los sonidos y una emisión potente, acorde con las características del recinto y con la intención al comunicar.
- Expansión: entendida como ensanchamiento y propagación de la energía que impulsa las acciones corporales, vocales y discursivas. El director e investigador teatral Eugenio Barba insiste en que los actores-bailarines deben lograr una energía extra-cotidiana que se refleje en un cuerpo dilatado en unidad con una mente dilatada. Y aunque un orador no vive el nivel de exigencias físicas de un actor-bailarín, tampoco puede manejarse con el nivel de energía ni los automatismos cotidianos, sino que, a través del entrenamiento, ha de engrandecer sus posibilidades de expresión y vitalizar sus acciones. La expansión se verá reflejada, primordialmente, en una mayor riqueza léxica y manejo de los conocimientos, en gestos más amplios y movimientos más libres, en una flexibilidad y equilibrio de la musculatura tanto corporal como laríngea y en una mayor proyección y versatilidad vocal.
- Fluidez: evidenciada en facilidad al comunicar, desenvoltura en el escenario en el que el orador se desempeña y flujo continuo de las palabras, la voz y las acciones. Cada acción genera un impulso que permite realizar la siguiente acción y se va transformando en la que le sigue y así sucesivamente. Stanislavski se refirió a la necesidad de la fluidez dentro del marco de lo que él denominó “un impulso continuo”. Sus palabras, dirigidas a los actores, son de clara aplicación a la labor de los oradores: “Si nos detenemos al final de cada fragmento de un papel para volver a empezar en el siguiente, nunca adquiriremos un impulso continuado en nuestros esfuerzos, nuestros deseos, nuestras acciones”. En el canal verbal, la fluidez se traduce principalmente en la agilidad para expresar ideas, gracias a las habilidades de asociación y de relación de las palabras (fluidez verbal); en el adecuado manejo de conectores y en la estructuración y organización del mensaje. En el canal vocal se refleja, ante todo, en una emisión cómoda y en un manejo armónico de las velocidades y las pausas. En el canal visual, en una danza gestual libre, la desenvoltura en el espacio y la destreza para manejar los elementos de apoyo.
- Conexión: relacionada con la posibilidad de establecer un vínculo efectivo consigo mismo, con su interlocutor, su público y otras personas que intervienen en su interacción; así como con el espacio y los elementos presentes en el mismo. En el canal verbal dicha conexión implica el manejo de un diálogo interno estratégico que blinda al orador de las ideas interferentes y las autocensuras, lo cual facilita la disposición para escuchar, la habilidad para preguntar y responder y el empleo oportuno de efectos discursivos de impacto. En el canal vocal ante todo se verá reflejada en la habilidad para expresar sensaciones, imágenes y emociones a través de la voz (expresividad vocal). En el canal visual se manifiesta, en mayor medida, en una actitud receptiva del cuerpo y la postura, en el contacto visual y en la expresividad del rostro.
Bibliografía
- Hernández Avendaño, I.C. & Díaz Ochoa, R.F. (2018). La puesta en escena de sus mensajes, Palabras, voz y cuerpo. Bogotá: Editorial Universidad del Rosario.
- https://bibliotecadigital.univalle.edu.co/server/api/core/bitstreams/4c38dc3e-a2fb-4b4e-9b90-8a16df4b6e9c/content
- https://dialnet.unirioja.es/servlet/tesis?codigo=103640